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jueves, 10 de enero de 2013

Apolonia 05

Algunos años después


APOLONIA 05

Apolonia, conforme a sus planes, fue tejiendo en torno al joven Hiram  una invisible red de telaraña bañada en dulce miel.
El joven, sin percatarse, dependía de la necesidad de visitar a menudo a la vieja buscando su conversación enigmática que, en principio, poco o nada entendía; pero, con el transcurso del tiempo, no sólo empezó a entenderla sino que ya le estaba resultando incluso demasiado apasionada, interesante y grata.
Convinieron en hacer juntos una escapada el día que marca el inicio del solsticio de verano, antes de que salieran los primeros rayos de sol, a la cima del peñasco  Daltmont.


Llegado el día tan esperado y poco después de la medianoche Hiram llegaba ansioso a la entrada de la morada de Apolonia, sin que se le aparecieran los terribles gatos que tanto le habían atemorizado en otras ocasiones.
Hiram, caballeroso, montó a la viejecilla en la silla de su caballo, y después de un trayecto no demasiado largo, llegaron al pie de la roca que debían ascender.
Después de atar el caballo en el tronco de una enorme encina milenaria, emprendieron el ascenso por su vertiente del mediodia. Apolonia, bajo el asombro de Hiram, subió a cuatro patas, con la increíble agilidad de un gato, sorprendiéndole sobremanera el asombroso brío y maneras de la anciana
Llegados al punto que indicó la bruja, desataron el fardo que llevaba el joven a expensas de la anfitriona.El envoltorio del fardo era una vieja manta que extendieron en el suelo, después de desatarla y donde se aposentaron los dos, uno frente a otro sentados, conforme dispuso ella. Colocó entre ellos una copa de valioso metal y un minúsculo saquito de piel que había sacado del interior del fardo.
Hiram estaba tranquilo, pero expectante. Se había imaginado tantas cosas, tantas ilusiones para ese esperado día que no veía la forma de cómo su amiga pudiera allí sorprenderle, estando los dos solos, con esa vieja manta, el raído saquito de piel y aquella copa que parecía el cáliz sustraído de alguna iglesia.
Después de un prolongado silencio, Apolonia vertió el contenido del saquito en la copa. El color rojizo del brebaje que brillaba increíblemente en la obscuridad de la noche indicó al joven que no estaban tan solos, que se había olvidado de la magia de ella. Era tan sorprendente el fulgor que fluía del mágico líquido que jamás pensaría que fuera para bebérselo.
─ Mira enfrente, justo por encima de mi cabeza ─ le ordenó Apolonia ─  y en el preciso instante que aparezca el primer rayo de luz bébetelo de un trago.
─ ¿ el primero.....?
─  No cierres la boca ni para hablar ─ le regañó ─ el primero y no otro he dicho.
A los pocos instantes un fulgurante rayo de luz surgió del horizonte que, a Hiram, le pareció del mismo color del líquido de la copa que se estaba engullendo.
Sin solución de continuidad sintió con placer infinito cómo algo de su interior más recóndito se desprendía de su cuerpo para viajar a la estela del mágico rayo de sol rojizo de grandioso espectro que surcaba el mágico cielo de la cima del Daltmont.
Y Apolonia, mientras tanto, inmutable,  viendo como desaparecía aquel fulgor a poniente, exclamó para sí
─  ¡Vuela hijo mío, vuela, y aprende! ¡ uno solo es el creador y muchos son tantos mundos!



1 comentario:

  1. http://ultimahora.es/ibiza/noticia/deportes/noticias/primera-pista-padel-suelo-ruso-sera-ibicenca.html

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